El
Barça supo reponerse a los duros golpes recibido durante la semana y vencer a
un laborioso Málaga (3-0) que se desinfló a los cuarenta minutos. Con un gran
Xavi al mando de las operaciones y con un Messi entonado, el Camp Nou disfrutó
del fútbol.
Un
huracán sacudió al Barcelona esta semana y lo hizo trizas por dentro. Otro,
esta vez futbolístico, reparó los daños más superficiales. El Barça demostró
que lo que ocurre en los despachos influye muy poco a lo que se desarrolla en
el campo. Y que sigue siendo un rival temible. Piqué, Pedro y Alexis
sentenciaron a un Málaga que aguantó el tipo durante cuarenta minutos, pero que
poco a poco se fue desinflando e hincando la rodilla. Tres jugadores a los que
cada vez sorprende menos ver marcar. Suman entre ellos veintiocho goles en liga
esta temporada.
Xavi
Hernández tomó las riendas del equipo para dirigirlo a una de las victorias más
importantes de su historia. Una victoria de estabilidad en un partido que le
sirvió para reivindicarse. Justo el día que su casa lo homenajeaba por sus más
de 700 partidos de azulgrana. Justo cuando más se le necesitaba. El egarense
exhibió clarividencia y sus estímulos al juego fueron respondidos por la
electricidad de Messi y la precisión de Fàbregas, actores principales en las jugadas
de los goles del Barça.
El
partido estuvo desequilibrado desde el primer momento. El Málaga conocía a la
perfección sus opciones y su rol en el partido. Dedicaron todo su esfuerzo a
mantener el orden defensivo y achicar espacios ante cada envite culé. Y no
salió del todo mal. Es más, Valdés tuvo que emplearse a fondo en un par de
ocasiones para que la calma reinara en Can Barça. Pero entonces el partido se
rompió definitivamente. Santa Cruz, el guerrero más fiero de la plantilla de
Schuster, tuvo que abandonar el campo lesionado. Y el plan se vino abajo. Adiós
a la intensidad en la presión y a la salida larga. El Málaga necesitaba generar
peligro desde atrás y se perdía. Y concedía terreno al Barcelona.
Para
ese entonces Alexis ya había estrellado un tiro al poste, pero el león culé no
estaba más que enseñando los dientes. Fue un poco más tarde cuando ya se
abalanzó definitivamente. Y los goles se sucedieron, porque la situación era
propicia. Xavi campaba a sus anchas por el medio, Cesc movía el balón entre
líneas y Messi recibía lejos de la portería para arrancar con violencia. El
primero llegó en un saque de esquina pésimamente defendido por la zaga
malaguista que Piqué envió al fondo de las mallas sin acelerarse demasiado.
Tuvo todo el tiempo del mundo.
Y
fue entonces cuando comenzó el auténtico recital de Messi. El argentino estuvo
mucho tiempo agazapado, enredado en la tela de araña que propuso Schuster. Cada
vez que recibía, cuatro jugadores blanquiazules lo envolvían. Hasta que dijo
basta. Abandonó su posición habitual y desde donde quiso se puso a crear. Y a
bailar en medio del caos. Una y dos arrancadas. Lo suficiente para descolocar a
la defensa rival y generar dos goles más, obra de Alexis y Pedro. El del
canario, una delicia: sin apenas espacio y en un movimiento vertiginoso, sentó
a Angeleri y la puso imposible para Caballero, héroe malaguista pero en el
fondo también humano.
Con
ritmo y ocasiones el Barça, que fue otra vez el Barça de Xavi y Messi, venció
al Málaga. Aparcaron la crisis institucional para centrarse en el fútbol. Y
cuando la pelota está por medio, el Barcelona casi siempre sale ganando.
Marcaron tres goles y abrazaron de nuevo el liderato. Al final, esto es lo que
importa.
PabloG.
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