lunes, 30 de diciembre de 2013

El manual de Mourinho llevó al Chelsea a una seria victoria

El Chelsea ganó al Liverpool en Stamford Bridge (2-1) en un gran partido de fútbol que se volvió una auténtica guerra en la segunda parte. Culpable: Mourinho. Llevó el juego a su terreno para que no se escapara y cosechó una brillante victoria. El Chelsea huele a campeón.


Con un partido brillante en la primera mitad y de una solidez extrema en la segunda, Mourinho y su Chelsea pasaron por encima del Liverpool. Con las dos caras fueron el mejor equipo sobre el césped. Y eso que empezaron perdiendo, porque Skrtel empujó a gol una jugada a balón parado a los tres minutos de juego. Pero después, gracias a una intensidad envidiable y una mentalidad ganadora, Hazard y Eto’o consiguieron darle la vuelta al partido.

Después de criticarlo crudamente, Mourinho plagió a Benítez y colocó a David Luiz de mediocentro. Arriesgó mucho, porque el brasileño es una caja de sorpresas tanto para bien como para mal. Pero le salió redondo. En la segunda parte, Brendan Rodgers quiso anularlo colocando a su espalda a Coutinho para que enlazara con Luis Suárez, aunque ya era demasiado tarde. Para ese entonces David Luiz ya había decidido el partido. Solucionó los problemas de elaboración del Chelsea con un acierto sorprendente. La manera en la que inició la jugada del 2-1, obra de Eto’o, definió su partido: un pase picado, rebosante de confianza, suelto y profundamente vertical. David Luiz marcó los frenéticos tiempos del juego blue para lograr la victoria.

Pero si un futbolista es mourinhismo en su esencia, ese es Willian. El brasileño está irreconocible. Atrás ha quedado ese fútbol de fantasía, de amagos constantes y de velocidad indescriptible que enamoró a Ucrania, Europa y el mundo entero. En el Shakhtar, Willian era pura samba. Ahora ya no es nada de eso. Su fútbol es más feo y mucho menos eléctrico, pero muchísimo más útil para el equipo. Trabaja en defensa, recupera balones (hasta once en el partido de hoy, el jugador que más veces lo hizo) y aporta equilibrio. Se mancha de barro hasta los codos. Y así triunfa. Tanto o más que regateando anárquicamente. Aunque brille menos.

Hazard es un diablillo con el culo muy gordo y una facilidad apabullante para ser decisivo. Cuando llegó a la frontal del área y antes de que le pegara con el interior del pie, todos habíamos adivinado ya la trayectoria de ese balón: moriría en la escuadra. La jugada la inició él, consciente de que si seguía corriendo le llegaría su oportunidad. Tiene tanta mala leche en el cuerpo que su suave toque se convirtió en un misil teledirigido. Nada pudo hacer Mignolet, errático en el segundo gol. El belga cometió un error infantil ante un chacal. Eto’o metió la puntita nada más, lo justo para voltear el partido y el corazón de más de un amante del fútbol. No está en plenitud pero sigue goleando, como siempre.

A este Liverpool le falta picardía y algún que otro tiro en el cuerpo. Casi tantos como le sobran al Chelsea. Los chicos de Brendan Rodgers todavía creen que al fútbol se juega con los pies, haciendo jugadas imposibles y que los goles son lo más importantes. Son muy cándidos. En el fútbol, en este fútbol de altísima competición, cada partido es una guerra. Y más si se juega en Stamford Bridge, donde no desmontan las trincheras entre juego y juego. Ni siquiera por Navidad. Cuando acabó la primera parte, Sakho le pidió la camiseta a Eto’o. Es normal; es un muchacho joven que seguramente creció cantando los goles del camerunés. Pero reflejó lo que era el partido. Futbolísticamente eran niños contra hombres que tenían la lección muy bien aprendida. Y la lección era ganar el partido por talento y preservarlo por la fuerza.

En el descanso, Mourinho quitó a Lampard y metió a Obi Mikel. Quitó a la chispa y metió al músculo. Quitó al emblema del Chelsea y metió a un futbolista que sostenía la bandera de su ideario. Y en ese momento Stamford Bridge supo que el partido no se escapaba. No sólo porque Luis Suárez, el único arma de verdadero peligro del Liverpool estaba desaparecido. No sólo porque le estaban pegando, con y sin balón, para anularlo. No sólo porque sin él el Liverpool no es nada. No. Sabía que no se escapaba porque cuando Mourinho arriesga siempre gana. David Luiz, Willian y Mikel para decidir un partido. Y un profundo olor a seriedad y campeón de la Premier League.

PabloG.

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