jueves, 14 de noviembre de 2013

La epopeya de Zanetti

Por el Giuseppe Meazza han pasado todo tipo de futbolistas. Desde los que derrochaban magia en cada uno de sus gestos, como Ronaldo o Luis Suárez, hasta los que pasaron sin pena ni gloria, como Matthias Sammer, pasando por esos futbolistas pasionales y rebeldes –con o sin causa– que tanto gustan a la afición, como Vieri, Eto’o o Ibrahimovic. Son muchas las historias que podría contar ese monstruo, fabricado en hormigón y adornado con el color verde del césped, si un día de repente alzara su voz. Infinitas, pero ninguna tan bonita como la de Javier Zanetti, la leyenda más grande de la historia del Inter de Milán.

Y de entre todas las que se pueden contar sobre el Pupi, probablemente esta sea la más bella. El 28 de abril de 2013, el Inter jugaba en el Renzo Barbera de Palermo un importante partido. Era un Inter deslucido, alejado de la cabeza de la clasificación y del foco mediático, inmerso en una profunda crisis deportiva e institucional. Zanetti, cómo no, estaría en el campo, esta vez como mediocentro. No sabía lo que se le venía encima: al cuarto de hora aproximadamente, tuvo que abandonar el terreno de juego en camilla. Fue un mal apoyo de su pie izquierdo en una jugada desafortunada. Sus desesperados gritos y sus lágrimas conmovieron al mundo. Con 39 años, ocho meses y dieciocho días, Zanetti se rompió el talón de Aquiles.

Esa misma noche, el capitán del Inter tenía prevista una cena en Palermo organizada por su fundación PUPI, centrada en garantizar el desarrollo de los niños más desfavorecidos. Tuvo que ser cancelada. Tras pasar por el hospital y confirmar sus peores pronósticos, estaba roto, hundido. Las lágrimas brotaban sin descanso de sus ojos. La carrera del futbolista que más veces ha defendido la camiseta del Inter pendía de un hilo.

Cuentan los jugadores que se sorprendieron al ver así a su líder. Sobre todo porque siempre fue un hombre positivo y enérgico. Lo pudo demostrar pocas horas después: "Mi objetivo es volver más fuerte que antes. Tengo fe en esto. Parece que tenía que cambiar los neumáticos después de tantos kilómetros... Me sabe mal teniendo en cuenta cómo ha ido la temporada", sentenció en tono profético en la web del club.

Volver a ponerse en pie

La operación fue satisfactoria y comenzó la lucha de Zanetti por volver a sentirse futbolista. Durante este camino, nunca se despegó del fútbol. Estuvo presente en cada entrenamiento del equipo, conversando con sus compañeros y con el cuerpo técnico, animándolos él a ellos casi más que ellos a él. Quería hacerlo desde el césped, pero sabía que no podía. Eso le permitió comprobar cómo sería su carrera una vez que diera un paso al lado para dejar sitio a los más jóvenes, y comprobó que no le desagradaría seguir formando parte del espectáculo pero de otra forma. Quizá como directivo. De cualquier modo, tendría tiempo para madurar la idea: ese no era el momento de pensar en la retirada.

Siempre fue un hombre tranquilo y cercano. Humilde, pero de los de verdad. Y fiel. En el deporte, pues desde la temporada 1995/96 y tras 846 partidos sigue formando parte del Inter; y en la vida, que comparte desde los diecinueve años con su esposa Paula de la Fuente. Su dorsal también es un signo de fidelidad: juega con el ‘4’, un número tradicionalmente ligado en su Argentina natal a la posición de lateral derecho, la que ha desempeñado a lo largo de su carrera con más asiduidad.

La recuperación continuaba su proceso. Las charlas con la gente del club se combinaban con duras sesiones de trabajo con los fisioterapeutas. El 10 de agosto cumplió 40 años. Y no descansó. Tenía entre ceja y ceja reaparecer cuanto antes. En principio, todavía le quedaban por delante tres meses de los ocho previstos inicialmente para su completa rehabilitación.

El 17 de octubre, Zanetti volvió a los entrenamientos. Y toda la afición del Inter se llenó de orgullo. Su vuelta al trabajo, bastante antes de lo previsto, dejó muy claro su compromiso con el fútbol y con el Internazionale de Milán. También dejó muy claro que, a sus 40 años seguía siendo una bestia físicamente hablando, fruto de una alimentación y una ética de trabajo intachables. Y que tiene una mentalidad de hierro. Otros se hubieran rendido, Zanetti no conoce esa palabra.

Un deportista sobrehumano

Por fin, el pasado fin de semana, el sábado 9 de noviembre de 2013, Zanetti regresó a los terrenos de juego. En el minuto 82, entró sustituyendo a Taider, que apenas tenía tres años cuando se oficializó el fichaje del Pupi por el Inter. El Giuseppe Meazza se puso en pie y rompió a gritar y a aplaudir. Hasta Massimo Moratti, que cuenta sus horas como máximo accionista del club, se levantó de su asiento. Una merecidísima ovación y doce minutos de juego para dignificar una carrera.


Javier Zanetti volvió a sentirse futbolista 195 días después de producirse la lesión más grave de su carrera, la única seria. Con 40 años, regresó en poco más de seis meses de una lesión que inicialmente lo tendría fuera del campo ocho. Kobe Bryant, que corrió su misma suerte tan sólo unas pocas semanas antes, aún no tiene fecha para reaparecer. Somos testigos de las hazañas de un deportista sobrehumano. Y ojalá que podamos seguir siéndolo durante muchos años más.

PabloG.

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