martes, 22 de octubre de 2013

Messi, un gigante en cuerpo enano

En un partido en el que el Barcelona continuó viviendo el síndrome de Pamplona, sólo la luz que aportó Messi –ni muchísimo menos a su mejor nivel– le permitió seguir en el partido. Sin espacios, el argentino hizo un gol y regaló varios balones de ensueño. Es increíble.


Por momentos, el aficionado culé que puso el Milan-Barça en la pantalla de su televisor tuvo miedo de que los que iban de rayas negras y rojas fuesen los jugadores de Osasuna disfrazados. Después descubrieron que no, que esto era mucho peor: estos eran italianos. Con el paso de los minutos, el Milan se iba cerrando cada vez más, para no dejar solo al pobre Amelia. Y para no dejar ni un huequecito al Barça, que necesita muy poco para fabricar un gol. Porque aparte de los Iniesta, Xavi, Neymar y compañía, tiene a Messi.

Al argentino le importa muy poco la táctica o la técnica del equipo rival, él sólo conoce del balón porque con él es el mejor. No está a su mejor nivel, porque últimamente las lesiones se han cebado con él como en los viejos tiempos. Pero aun así sigue siendo el más determinante, decisivo para el devenir del partido. Hoy aprovechó un error del Milan y un acierto de Iniesta para hacer un gol que pocos hubieran logrado. No había espacio y si dos gigantes que chocaron con él, pero consiguió mantener la verticalidad, armar la pierna y darle al Barcelona un poco más de tranquilidad.

Lo que hace Messi parece simple pero no lo es. Resiste cualquier tipo de impacto con una armadura que, en teoría, no está preparada para ello. Con 1, 69 metros de altura y 67 kilogramos de peso, Messi es imparable. Primero porque lleva la pelota siempre pegada al pie; después, porque sus piernas son tan fuertes que lo mantienen siempre arriba, sin importar la dureza del impacto o la envergadura del que impacta. Es algo sobrenatural. Hay muchos jugadores con esa extraña habilidad hoy en día: Agüero, Isco, Wilshere, Ribèry… pero ninguno le saca tanto partido como la Pulga.

Pero Messi no sólo marca goles y resiste contactos incluso cuando su estado físico no es óptimo. También sigue siendo bueno en lo que desde pequeñito fue su mejor virtud: ver la rendija que nadie más es capaz de percibir. Así estuvo a punto de llegar el desempate, pero Adriano falló en el último instante. Y es que Messi no sólo remata los partidos con pinceladas magistrales; su dibujo de las jugadas es académico.

Sus habilidades y su juego son únicos y es un privilegio ver jugar a este futbolista, porque es irrepetible. Ahora es el tiempo de Messi, como en su momento lo fue de Cruyff, de Maradona, de Beckenbauer, de Di Stéfano o de Pelé. Lo que hace sobre el césped es magia, pura fantasía al servicio del fútbol. Y nuestros ojos son testigos de algo tan inmenso que se escapa a las palabras.

Todo ello lo hizo enmarcado dentro de una tela de araña roja y negra, a años luz de su mejor nivel físico y en uno de los campos más complicados del mundo. Todo, en un partido en el que el Barça fue menos Barça que nunca. Leo, ¿hasta dónde eres capaz de llegar?

PabloG.

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