jueves, 10 de octubre de 2013

Hambre de mundial

España se lo juega todo contra Bielorrusia y el ambiente en la concentración es inmejorable. La tranquilidad reina, pero en el fondo todo está cambiando a un ritmo vertiginoso. Los nuevos aportan agresividad y ganas. Los viejos, serenidad y liderazgo. Y el beneficiado siempre es el grupo.


Experimentos y pruebas en cada entrenamiento. Suplentes con titulares y titulares con suplentes. Petos para acá y para allá. Y una responsabilidad sobre sus hombros: certificar el pase a Brasil 2014 y hacerlo cuanto antes. Para eso, lo mejor es introducir hambre y genes competitivos en el grupo. Del Bosque lo sabe, y por eso prueba y experimenta de cara al decisivo choque contra Bielorrusia. No quiere que nadie se relaje, ya se llame Casillas o Alberto Moreno. No quiere sustos ni sorpresas; no le gustan. Siempre fue un hombre tranquilo.

Las dudas, aunque en apariencia responden a ciertos jugadores para ocupar ciertas posiciones no son tales. Más bien se centran en hacer girar una idea con la agresividad y las ganas de ganar como centro gravitatorio. Es el caso de la punta del ataque, cuyo dueño parece que será de nuevo Cesc Fàbregas. El de Arenys de Mar, que pasó en un pispás de mediocentro a delantero, ha demostrado un gran nivel jugando en esa posición. Pero sobre todo ha exhibido un hambre que no se le veía desde que abandonó las islas británicas para regresar al Barça. Y eso a Del Bosque le encanta. Ve en él un hombre en el que puede confiar para llevar la nave a buen puerto.

Michu deberá esperar. El espigado futbolista del Swansea, que se estrena como absoluto, necesita adaptarse aún a lo que significa la Roja. No es una cuestión de calidad: alto, majestuoso y elegante como un cisne, Michu es un jugador ideal para esta selección, a pesar de no ser brasileño. Lo ha demostrado cada vez que ha tenido ocasión en Gales e Inglaterra. Además, aporta ese carácter competitivo tan necesario en partidos en los que el rival no motiva en exceso. Por eso, cuando entre en la dinámica, será tan importante.

El que no necesita aclimatación es Koke. Su exquisita temporada tendrán como premio minutos de importancia con la absoluta. Deberá cambiar el chip: en la selección el concepto colectivo adquiere unas connotaciones diferentes a las que tiene en el Atlético. Aquí los jugadores se unen a través del trabajo sobre el césped, sí, pero sobre todo lo hacen con el balón en los pies. Construyen a base de toques cortos y posesiones a ese monstruo imparable que conquistó Europa y el mundo. Koke también sirve para eso. Tiene talento para armar el juego y darle sentido. Y un plus que pocos dan: a pesar de ser un jugador ofensivo, su capacidad para trabajar y recuperar balones es sobrenatural.

Iniesta y Piqué, que llegaron con molestias a la concentración, ya están listos para la cita. Dos jugadores vitales en la forma de entender y ejecutar la idea de fútbol de España podrán estar sobre el césped. Suman argumentos y calidad al equipo. Y galones. Si el carácter y la competitividad son importantes en este tipo de citas, es sin duda el momento de los líderes.

Torbellino zurdo

Y entonces irrumpe Alberto. El torbellino zurdo que ha desmontado la Liga con la elástica sevillista está por fin listo para formar parte del grupo. Por fútbol y por madurez. Si su Europeo sub-21 no era un argumento lo suficientemente sólido para tenerlo en cuenta como el lateral del futuro, se ha encargado de construir el armazón de su presencia en Brasil con un inicio de temporada fulgurante. Su presencia no significa minutos, aunque podría; va más allá. Es una declaración de intenciones a cerca de lo que será la España del mañana cimentada en su talento, el de Isco y el de algunos pocos elegidos más. 

Pero el mañana se decide hoy. Todo pasa por el partido contra Bielorrusia. Y después pasará por el de Georgia. Por eso si Alberto quiere liderar a este equipo en el futuro debe, al menos, apretar las tuercas a sus compañeros al máximo. Y disfrutar. También es aplicable a una España experimental en estos días pero que no pierde su identidad. No sólo eso, añade lo que le falta: carácter.

PabloG.

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