domingo, 30 de diciembre de 2012

Lampard tumba al Everton y su mala suerte


Solamente los grandes son capaces de salir a flote cuando más aprieta la tormenta. Seguramente hoy el Everton mereció más, pero la diosa Fortuna no quiso darle un premio más grande y más justo a un equipo llamado a ocupar los puestos nobles de la tabla de clasificación inglesa. Hoy era el día de otro hombre. Había escenarios más grandes y más atractivos, pero el viejo y romántico Goodison Park reunía, precisamente hoy, todas las condiciones para que Frank Lampard gritara al mundo del fútbol, con voz alta y clara, que todavía tiene mucho talento que derrochar. Allí, donde el legendario Eusebio labró su mito con cuatro goles que tumbaron a la sorprendente Corea del Norte y dieron el pase a semifinales a Portugal en el Mundial de 1966, Lampard cortó de raíz las aspiraciones toffees con dos tantos, uno de cabeza y otro al aprovechar un rechace de Howard a disparo de Mata.


Frankie ya no es el de antes: no asume todo el peso del juego, que ahora lo lleva –indiscutiblemente y con una claridad soberbia–  Mata; no está tan ágil en el regate ni tan rápido; y no puede implicarse tanto como le gustaría en tareas defensivas. Pero sus virtudes de siempre siguen intactas. Es más, quizá hayan mejorado con el tiempo, como los buenos vinos. Hoy jugó algo más adelantado que de costumbre, en su hábitat natural, llegando al área con facilidad para exhibir todo el poderío que atesora, con unos resultados increíbles: dos goles que han dado un respiro tremendo al Chelsea. Cuando más feas se ponían las cosas, el eterno ‘8’ apareció para solucionarlas. Además, Mata es el que canaliza todo el juego ofensivo blue, pero no hay decisión que no pase por el capitán. Con Terry de baja y Drogba fuera del equipo, la vieja guardia se personifica en él. Sabe que es el líder y ejerce como tal.

Pero ni eso parece bastar a Abramovich. Es por todos conocida su obsesión por los equipos jóvenes y atléticos. Poco importa el pasado y lo que han grabado en él esos jugadores que antes eran sus niños mimados. Ahora, pasados los treinta, las opciones son claras: o renovaciones año a año, o hasta aquí hemos llegado. Es triste, pero es la realidad. Mientras Paul Scholes y Ryan Giggs son venerados en Old Trafford –también en el palco– con treinta y ocho y treinta y nueve años respectivamente, a Lampard se le pone entre la espada y la pared con treinta y cuatro y un buen rendimiento. El inglés no parece dispuesto a aceptar estas condiciones y pretende marcharse gratis en junio. De momento, en su último partido antes de poder negociar libremente con cualquier otro club le ha pasado la pelota a la directiva londinense con una exhibición. Quizá el partido de hoy marque un antes y un después para el propio Lampard y para el futuro del Chelsea.

A parte de Lampard y de una nueva demostración de por qué Mata está considerado como uno de los cinco mejores jugadores de la Premier, el Chelsea no ofreció mucho más. No lo tuvo fácil para crear ocasiones claras; cuando las tuvo, Torres no las concretó; y se vio superado por un muy buen Everton. David Moyes es un mago. Es capaz de sacar un rendimiento sensacional a una plantilla sin demasiados excesos, más aun teniendo en cuenta que la estrella del equipo, Marouane Fellaini, está cumpliendo sanción después de propinarle un cabezazo a Shawcross en el Stoke City-Everton de hace unas semanas. La entrega y el poderío que mostraron hoy a punto estuvieron de costarle un disgusto al todopoderoso Chelsea.


Abrieron el partido de maravilla: Pienaar lanzó hacia la derecha para la incorporación profunda de Jagielka, Anichebe remató al poste y el propio Pienaar aprovecho el rebote para hacer el primero. Minuto uno, el Everton daba primero y dejaba claras sus intenciones. Esas venenosas entradas por banda serían una constante. Tanto Jagielka como el genial Baines trajeron de cabeza tanto a Ashley Cole como a Azpilicueta y pudieron hacer que el resultado fuera otro. Pero antes de todo eso, a los ocho minutos, los toffees dieron su segundo y casi mortal aviso con un disparo de falta directa de Jelavic que sólo la madera pudo evitar que se convirtiera en el segundo tanto local. Comenzaba el calvario del delantero croata, el futbolista más activo y determinante de cuantos tenía en el campo el Everton. Se peleó con toda la defensa –especialmente con Ivanovic– pero lo máximo que logró fue un nuevo remate al travesaño a centro de Baines y no acertar a rematar correctamente un balón franco en el área pequeña. Fue la imagen del partido del Everton, negado de cara a la suerte e impotente ante la exhibición del viejo rockero que porta la camiseta número 8 del Chelsea.


PabloG.

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