domingo, 11 de noviembre de 2012

El Málaga, la tabla de salvación de Montanier


Volvió a atascársele al Málaga el partido que precedió al festival europeo. Después de que Athletic y Espanyol sumaran un punto y el Atlético los tres, le tocó el turno a una Real muy necesitada que llegó a Málaga con el barco de Montanier al borde del naufragio. Pero no será en aguas costasoleñas donde termine la aventura del capitán francés. Volvió a encontrar en el equipo de Pellegrini una tabla a la que agarrarse como ya ocurriera la temporada pasada. Esta vez, sin hacer nada especial su equipo, volvió a quitarle tres puntos a un equipo demasiado agotado físicamente. “Estamos con muchas ganas y con poca idea”, dijo Pellegrini en la rueda de prensa. No hay frase que resuma mejor el encuentro.


El Málaga volvió a tener uno de esos días espesos y turbios; uno de esos días que, por otra parte, se están convirtiendo en habituales. Y de hecho, lo tuvo desde que el árbitro señaló el inicio del partido. Cuarenta y ocho segundos tardó Carlos Vela en adelantar a la Real. Cuarenta y ocho segundos en los que al Málaga le dio tiempo a perder un balón, reclamar una mano y no saber resituarse para impedir el gol. Pero tras el gol no mejoró mucho la situación. Como ocurriera siete días atrás, volvió a atascarse, esta vez sobre todo en la salida de balón. Onyewu demostró que no es Demichelis y, de paso, que la técnica no es su mayor virtud. Es un buen central, pero quizá no sea lo que necesita este Málaga. Tampoco ayudó el partido de Sergio Sánchez, más negro que el azabache. Se perdió el catalán, primero en la izquierda y después en la derecha, donde fue un auténtico coladero. La importancia de Monreal en la zaga es vital.


El balón largo no favorecía a los intereses malaguistas, y para cuando quisieron probar a jugar como siempre, la Real ya había montado una trinchera casi infranqueable en el centro del campo. Fue inteligente Montanier en este sentido, dejando a Isco y Joaquín demasiado aislados de sus compañeros. Esto provocó que el Málaga fuera como la lluvia que cayó sobre el maltrecho césped de La Rosaleda: apareció a ratos, siempre fue de menos a más y cuando menos se esperaba, desaparecía. Pero la ventaja de contar con la clase de jugadores que tienen los boquerones es que pueden hacer que en cualquier momento salte la chispa. Lo hicieron al filo del descanso con una jugada estupenda. El balón se movió con agilidad de una banda a otra. Aparecieron Joaquín, Isco, Portillo, Saviola… y Eliseu, cuyo potente disparo desde la frontal se marchó a córner tras golpear en Íñigo Martínez. Fue el nacimiento del gol de Saviola. El Conejo demostró su mayor virtud, el oportunismo, al empujar un balón suelto al fondo de la portería de Zubikarai.


El gol y la jugada anterior a él, lo que es aún más importante, no fueron más que un espejismo. A medida que fueron pasando los minutos, el Málaga fue menguando paulatinamente. Toulalan acusó la falta de ritmo y ni si quiera con Iturra a su lado –entró por Gámez en el descanso y firmó un partido excelente– pudo sostener el centro del campo. Además, los problemas en defensa incrementaron. La jugada del segundo gol realista fue la viva imagen de lo que se estaba viendo en el partido: tras una jugada complicada en el área de Caballero, Onyewu realizó un despeje espantoso que cayó a los pies a Xabi Prieto. Sentó al portero argentino con un quiebro y empujó el balón a placer para dar ventaja de nuevo a su equipo.


Isco pudo empatar el encuentro poco después. La jugada individual de Joaquín así lo merecía, pero su disparo fue respondido con un paradón por Zubikarai. No se volvió a mover el marcador, afortunadamente para el Málaga. Lo intentó José Ángel desde muy lejos, pero su disparo lo repelió el larguero tras golpear en Onyewu. No tuvo su día el americano, muy poco arropado por Sergio Sánchez en la segunda mitad. El equipo se tomará un respiro entre semana para afrontar la segunda y definitiva mitad de esta loca maratón decisiva. Estos días de descanso pueden y deben marcar los objetivos del Málaga: la gloria o la mediocridad.

PabloG.

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