viernes, 5 de octubre de 2012

Una raza única (Parte II)


Aquí os presento la segunda y definitiva parte de este artículo de esta entrega de En Blanco y Negro dedicada a los delanteros más determinantes de la pasada década. Delanteros siempre hambrientos e infalibles de cara a portería, y que llevaron a la gloria a la mayoría de equipos a los que pertenecieron.

Ronaldo

El Fenómeno ha sido uno de los delanteros más grandes de la pasada década y de toda la historia del fútbol. Nunca podremos saber que hubiera sido de este astro del deporte si las lesiones le hubieran respetado, pero lo que sí sabemos con certeza es que a pesar de todo el calvario sufrido, siempre fue uno de los delanteros más peligrosos del mundo. Ya lo dejó claro en sus primeros años en el Cruzeiro, donde demostró que no tenía parangón. Su explosividad y su increíble olfato goleador le abrieron las puertas de la competición Europea gracias a la fuerte apuesta que el PSV hizo por él. Pero sin duda, su gran salto cualitativo llegó con su fichaje por el Barcelona. Allí Ronaldo mostró todo su potencial y ofreció una primera temporada inolvidable, llena de imágenes mágicas como aquel increíble gol frente al Compostela, en el que arrancó desde su campo driblando rivales en una exhibición de fuerza, calidad y explosividad. De hecho, su espectacular récord de sesenta y un goles en sesenta y cuatro partidos con el Barcelona sólo ha sido superado por Messi la temporada pasada. Pero no pudieron disfrutar por mucho tiempo de su talento en Barcelona, porque a la siguiente temporada apareció el Inter de Milán para llevárselo a Lombardía, donde ganaría el Balón de Oro y la Copa de la UEFA. Precisamente en Milán fue donde empezó su calvario con las rodillas: una entrada fortuita frente al Lecce hizo que su tendón rotuliano se rompiera. Pero no terminó ahí el asunto, porque en el partido de su reaparición seis meses después de su fatídica lesión, Ronaldo volvía a caer al césped con lágrimas en los ojos y agarrándose su rodilla derecha. Otra vez el tendón rotuliano, que parecía segar una de las carreras más grandes de la historia del fútbol.

Pero Ronaldo nunca se ha dado por vencido. Esa ha sido la clave de su éxito. Cuando nadie confiaba en su retorno, Luiz Felipe Scolari lo convocó para el Mundial de 2002 a pesar de que no había regresado aún de la lesión. La decisión no pudo ser más acertada: Ronaldo lideró a una Brasil casi sin rumbo y la hizo campeona del mundo por quinta vez. Volvió el genio, que además se erigió como máximo goleador del torneo con ocho tantos. Eso le hizo ganar un nuevo Balón de Oro y que el Real Madrid de los Galácticos se decidiera a contratarlo. En Madrid lo ganó todo. Todo excepto la Copa del Rey y la Copa de Europa, el único título que se le resistió a lo largo de su carrera, junto a la Copa Libertadores. Pero el declive de la galaxia y sus problemas de peso provocaron su salida del club rumbo a Milán, esta vez a defender los colores rossoneri del Milan. Por el club transalpino pasó con más pena que gloria y, para colmo, volvió a romperse el tendón rotuliano, esta vez de su rodilla izquierda. Esta lesión provocó su regreso a Brasil, donde finalizó su carrera en el Corinthians.

No es posible hablar del Fenómeno como un único jugador. Sin duda, sus graves lesiones en las rodillas marcaron un antes y un después tanto en su carrera como en su forma de jugar. El Ronaldo de los primeros años destacaba por su explosividad, su aceleración y su cambio de ritmo, que se hacían imparables cuando se le añadía su exquisita calidad técnica y su innata habilidad para el regate. Y todo ello coronado por una capacidad goleadora fuera de lo común. Esto le llevó a lograr su primer Balón de Oro. Pero después de destrozarse la rodilla derecha, el Ronaldo que volvió a los terrenos de juego sólo se parecía al anterior en el nombre. Perdió explosividad, y sus largos avances con el balón en los pies se redujeron al mínimo, pero a cambio ofreció una versión mucho más demoledora de cara a portería. Aprendió a utilizar su impresionante velocidad para ganar la espalda a los defensores y amplió notablemente su repertorio ofensivo. Se convirtió en una auténtica pesadilla para los porteros en el uno contra uno. Y todo ello gracias a que nunca se rindió. Por eso logró su segundo Balón de Oro y se ganó el respeto del fútbol mundial.

Pippo Inzaghi

Cuando uno se refiere al Pippo Inzaghi, se refiere a uno de los grandes clásicos del calcio italiano. Tras veintiún años en la élite defendiendo el escudo de diversos equipos, su carrera se puede identificar perfectamente con dos camisetas: la bianconera de la Juventus que le llevó a la fama, y la rossonera del Milan que le catapultó a la categoría de estrella a base de títulos. Pero el si algo ha marcado la trayectoria de Inzaghi, eso ha sido su interminable romance con el gol. No tardó en demostrarlo, y en su primera temporada con el Atalanta, al que llegó procedente del Parma, logró firmar veinticuatro tantos para convertirse en el Capocannoniere de la Serie A. Además, igualó el récord que poseía el gran Michel Platini de haber marcado frente a quince de los dieciocho equipos de la categoría. Esto le valió para que la Juventus se lanzara a por su contratación. En Turín, siguió mostrando una asombrosa facilidad para el gol, que llevó a la Juve a conseguir la Supercopa italiana y el campeonato liguero en su primera temporada. Pero tras esto, el conjunto de Delle Alpi entró en una crisis de resultados que le llevó al sexto lugar de la tabla y quedó fuera de la Champions League y de la Copa de la UEFA, teniendo que conformarse con jugar la Copa Intertoto, de la que resultaría campeón. La Juve no consiguió remontar del todo el vuelo y el Milan apareció para llevarse a Inzaghi. Una vez en el club lombardo, Inzaghi pudo ver recompensadas sus buenas actuaciones con grandes títulos que lo llevaron a consagrarse en el panorama internacional. Sus dos Champions, dos Scudettos, dos Supercopas italianas, dos Supercopas de Europa y el Mundialito de Clubes configuraron un palmarés envidiable. Destaca sobre todos los títulos la segunda Champions, en la que tuvo un papel decisivo en la final frente al Liverpool, donde firmó la vendetta milanista al anotar los dos goles de su equipo en la final. A todo esto también hay que sumar la Copa del Mundo ganada con Italia en 2006. Y es que Inzaghi fue un ganador nato hasta el día de su retiro, al final de la pasada temporada.

El juego del Pippo siempre se definió por su gran sentido de la oportunidad y su increíble capacidad para marcar goles con la cabeza, faceta en la que se convirtió en uno de los mayores especialistas de la historia del fútbol. Era un magnífico jugador de área siempre atento al más mínimo error del rival para sacar el máximo provecho posible. Pero además era un delantero veloz, ágil e inteligente, un cóctel perfecto para poder ganarles la espalda a las defensas rivales y poder sacar a relucir su talento a la hora de definir la jugada. Pero sus goles no siempre llegaban de la manera más ortodoxa, sino que era capaz de aprovechar cualquier parte de su cuerpo para lograr su objetivo, llevar el balón al fondo de las mallas. Un claro ejemplo fue el primero de los dos goles que logró en la ya mencionada final frente al Liverpool, en la que desvió con el cuerpo un lanzamiento de falta botado por Pirlo. Ahí se vio a Inzaghi en estado puro, el último oportunista.

Didier Drogba

Que el Chelsea sea hoy en día el gran equipo que todos conocemos se debe principalmente a dos motivos: uno, la ambiciosa gestión que Roman Abramovich, apoyado en su inmensa fortuna, lleva a cabo desde los despachos del club; el otro, la impagable labor que Didier Drogba ha realizado en el campo durante todos estos años. Jugador y club han ido creciendo a la par hasta convertirse en una de las referencias del fútbol mundial. Y todo porque el magnate ruso decidió que el marfileño sería la bandera de su proyecto, después de que se saliera con el Olympique de Marsella en la Copa de la UEFA de la temporada 2003/04, en la que se proclamó subcampeón y máximo goleador del torneo con seis tantos. Desde ese momento, casi todo han sido éxitos para el africano: tres Premier Leagues, dos Copas de la Liga inglesas, cuatro FA Cups y dos Community Shields, además de ser nombrado dos veces Futbolista del Año en África y de lograr otras tantas veces ser el máximo goleador de la Premier League. Pero sin duda, el título más especial de todos los logrados a lo largo de su carrera fue la consecución de la UEFA Champions League. Ya estuvo a punto de alzarse con ella en la temporada 2007-2008 si no llega a ser por el inoportuno resbalón de John Terry en el penalti decisivo. Tampoco la pudo saborear al siguiente año, cuando el mejor Barcelona de la historia y el desastroso arbitraje de Ovrebo apearon al Chelsea en semifinales. Pero todo llegó a su fin en la temporada 2011/12. Drogba y el Chelsea pudieron resarcirse eliminando al Barça en semifinales y alzarse con el campeonato, a pesar de realizar los planteamientos más rácanos de toda la competición. Pero la victoria final nunca hubiera sido posible sin las memorables actuaciones que realizó Drogba en los momentos más críticos de su equipo: lideró la remontada del Chelsea frente al Nápoles; tiró de orgullo y casta frente al Barça, anotando el gol de la victoria en la ida y jugando hasta de lateral izquierdo en la vuelta; y firmó una actuación sublime en la final frente al Bayern. En ese partido, anotó el gol del empate en el último suspiro de los noventa minutos y transformó el penalti definitivo que dio al conjunto blue la primera Copa de Europa de su historia, el que fue su último gol con la camiseta del Chelsea antes de poner rumbo al Shanghái Shenhua.

Como buen representante de la escuela africana, la principal cualidad de Drogba reside en la ventaja que le proporciona su descomunal potencia física. Es un jugador capaz de arrollar a cualquier defensor, siendo especialmente potente a la hora de ganar el cuero en el juego aéreo. Pero Drogba no es sólo una fuerza incontrolable de la naturaleza, también es un jugador que nunca ha dejado de progresar desde que despuntara en el OM. Fue capaz de educar su potente disparo lejano hasta convertirse en un más que fiable lanzador de faltas, faceta que añadió a su ya de por sí amplio repertorio ofensivo.

Samuel Eto’o

Probablemente, el delantero más controvertido y más genial de la pasada década. El camerunés siempre se quejó del mal trato que recibió por parte del Real Madrid y nunca se mordió la lengua a la hora de dedicar al club blanco sus goles, algunos gestos e incluso palabras malsonantes. Pero sobre todo, donde se convirtió en una auténtica pesadilla para la afición merengue fue dentro del campo. Lo hizo con el Mallorca, equipo con el que logró alzarse como campeón de la Copa del Rey y como goleador histórico del club, y también con el Barcelona, el eterno rival del Madrid. Precisamente, llegó al conjunto culé tras un rocambolesca operación a la que el equipo presidido por Florentino Pérez dio su aprobación, en uno de los errores más graves de la historia del club. Su etapa en el Camp Nou estuvo plagada de títulos: fue nombrado cuatro veces como Futbolista del Año en África y logró un trofeo Pichichi, dos Ligas, dos Supercopas de España y una Liga de Campeones, a los que añadió el mágico sextete en su última temporada de azulgrana. Pero a pesar del éxito logrado de la mano de Pep Guardiola, temporada en la que además logró treinta tantos en liga, quedándose a sólo dos goles de la Bota de Oro, su marcha del Barça fue inevitable y puso rumbo al Inter a cambio de Ibrahimovic. En Milán logró un hecho sin precedentes en la historia del fútbol: se convirtió, no sólo en el primer jugador en conseguir dos tripletes, sino en el primero en hacerlo con dos clubs diferentes y en temporadas consecutivas. Tuvo una dulce venganza sobre el equipo de Guardiola en las semifinales, en las que el equipo de Mourinho se impuso al culé por un tres a dos global en la eliminatoria que le otorgó el pase a la final donde finalmente se impuso al Bayern de Múnich. Tras su paso por la Serie A, se enroló en las filas del Anzhi Majachkalá, equipo que le convirtió en el futbolista mejor pagado del mundo.

El Chacal siempre fue el mayor depredador del área. Prácticamente, no había jugada en su equipo que Eto’o no finalizase, y con un acierto más que notable en la mayoría de los casos. Su velocidad, su agilidad y su facilidad para armar la pierna han sido las grandes claves a lo largo de su prolífica carrera goleadora, así como su capacidad de liderazgo y su maestría para estar siempre en el lugar preciso para el remate. Pero sin su inteligencia a la hora de buscar los espacios a la defensa, Samuel Eto’o nunca hubiera llegado a consagrarse como uno de los mejores delanteros de la década.

Francesco Totti

El capitán de la Roma es la excepción que confirma la regla. Es el último romántico, el único jugador de los diez que forman esta lista que todavía continúa jugando al máximo nivel en Europa, aunque su papel en el equipo de sus amores cada vez es más secundario. Pero lo cierto es que la historia de la Roma nunca hubiera sido la misma si Francesco Totti no le hubiera jurado amor eterno al club de su ciudad. El Gladiador es el jugador más determinante de la historia del conjunto romano, y el encargado de haberlo mantenido durante años en la élite del fútbol europeo. Bajo su liderazgo, el equipo de la capital italiana consiguió su tercer Scudetto, dos de sus nueve Copas de Italia –las dos consecutivas–, y sus dos únicas Supercopas italianas. Además, Totti posee los honores de ser el jugador que más partidos ha disputado y que más goles ha marcado con la elástica giallorossi, con doscientos setenta y un goles en seiscientos cuarenta y cinco partidos hasta la fecha. Estos números hablan por sí solos de la gran capacidad goleadora del futbolista romano, que fue galardonado en el año 2007 con la Bota de Oro después de marcar veintiséis goles en la Serie A.

La seña de identidad del juego de Francesco Totti siempre ha sido su capacidad de liderazgo, que ha llevado a la gloria tanto a la Roma como a la Selección italiana, con la que también se proclamó campeón del mundo en 2006. No cabe duda de que su insaciable espíritu competitivo siempre ha sido capaz de cubrir las carencias de este gran futbolista italiano, que probablemente sea el jugador más talentoso de todos cuantos hayan salido de la península transalpina. Un talento siempre puesto al servicio del gol, que puede llegar de mil formas diferentes cuando el balón está en los pies de Totti. Pero la faceta en la que más ha destacado el Gladiador ha sido en los lanzamientos de larga distancia, sobre todo a balón parado, donde se ha convertido en una amenaza constante y todo un especialista.

PabloG.

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