jueves, 18 de octubre de 2012

Las dos caras de la ilusión


Dos Unicajas bien diferentes. Eso es lo que pudimos ver ayer en Polonia frente al Prokom. Uno intenso, concentrado y con un gran acierto en la anotación en la primera parte; otro desconcentrado, incómodo y atascado en la segunda mitad. A pesar de todo, el equipo de Repeša sumó su primera victoria en la Euroliga. Una victoria importantísima teniendo en cuenta que dentro de poco habrá que hacer las maletas rumbo a Siena y Tel Aviv, por lo que los errores ahora no están permitidos.

El Unicaja fue el fiel reflejo del que anoche fue su jugador más destacado, Marcus Williams. El americano despegó por fin con una actuación soberbia, dieciocho puntos –con cinco triples de siete intentos–, cuatro asistencias y dos rebotes en veintisiete minutos para firmar veintidós puntos de valoración. En definitiva, fue una metralleta en ataque que marcó la diferencia. Hasta fue capaz de dirigir el juego con acierto por momentos. Y todo ello en el mejor día posible, cuando Calloway, el timón de este Unicaja, estuvo irreconocible: perdió balones absurdos, tomó malas decisiones y no anduvo fino en el tiro. Pero Williams está muy lejos de ser el base perfecto. Anota como nadie y tiene un talento fuera de lo común, de los mayores de Europa, pero defensivamente es nulo. Ahí es donde Repeša debe centrar todos sus esfuerzos.


La cara A del Unicaja fue apabullante. Con veintiocho puntos en el primer cuarto, un cincuenta por ciento en tiros de dos y un sesenta y siete por ciento en tiros de tres, el resultado se preveía épico. Gist parecía haber captado el mensaje de Repeša y se mostraba sólido en la pintura, jugando para el equipo; Zoric, a pesar de estar tocado, era un muro en defensa, con tres tapones en un pispás; Dragic comenzaba a dar muestras de por qué se le ha fichado… todo iba de dulce. Y mientras tanto, Urtasun iba haciendo de las suyas. Los jugadores exteriores del Unicaja son una pesadilla para cualquier equipo, pero cuando a ellos se les suma un gran poderío interior como en el primer cuarto, el equipo malagueño alcanza unos niveles superiores. Esto se hizo patente en el segundo cuarto, cuando Williams comenzó a dar un recital y fue acompañado por Jiménez. Qué lujazo tener un jugador tan inteligente en tu equipo. Los dos llevaron a Unicaja trece arriba (24-37) tras un parcial de 7-0.


Pero entonces salió a relucir la cara B del equipo verde. Frank Robinson estaba siendo una pesadilla, pero una pesadilla opacada por el juego del Unicaja. Anotó quince puntos y cogió cinco rebotes que tan sólo sirvieron para no perder la cara al partido. Pero entre las sombras había un asesino silencioso que se quitó la mascara cuando su equipo pasó a una estupendamente realizada zona 1-3-1 que hizo que los malagueños se atascaran. Era Lukasz Koszarek, que puso contra las cuerdas a Unicaja con dieciséis puntos –tres de seis en tiros de dos, dos de dos en triples–, dos rebotes y ocho asistencias para veinticinco de valoración. El polaco encontró dos aliados ideales en Blassingame, que dirigió los ataques más peligrosos de su equipo, y Hrycaniuk, que pasó por encima del juego interior del Unicaja. Un juego interior que dijo basta. Ni Perovic, ni Fran Vázquez terminaron de imponerse en la pintura y Gist se esfumó del partido. Es un asunto complicado que un jugador que está llamado a ser la estrella del equipo desaparezca en los momentos más decisivos. Sólo Zoric mantuvo el tipo como pudo para terminar con cinco tapones y cuatro rebotes.


En estas, el Unicaja vio como se ponía dos abajo a tres minutos y cincuenta segundos para el final. Parecía que se iba a escapar un partido que había tenido en su mano en casa de un rival aparentemente inferior. Hubiera sido una derrota muy difícil de digerir. Pero no. El Unicaja resurgió y gestionó de maravilla los instantes finales. Ahí apareció Simon, el termómetro de este equipo. No estuvo acertado, pero fue la mano elegida para administrar los balones ganadores. También regresó la intensidad defensiva, que desquició a la pesadilla Hrycaniuk para que cometiera su quinta falta. Fue entonces cuando Urtasun y Jiménez dieron un paso al frente para finiquitar el partido y sellar un ilusionante 75-77. Hay muchísimo que trabajar, pero este Unicaja promete.

PabloG.

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