domingo, 5 de agosto de 2012

Adiós al legendario tiburón de Baltimore


Cuando Phelps salió a la piscina del Aquatics Center, se preveía que iba a ser una ocasión única. Esta iba a ser la última oportunidad de presenciar el espectáculo que ofrece el mejor nadador de la historia dentro del agua. Salió concentrado, con la música rap a todo volumen en sus auriculares, sin saludar a la multitud. Como siempre. No cambió su rutina hasta el último día.


En ese momento de la salida, quedaron olvidados todos los momentos vividos en la piscina. Poco importó que la holandesa Kromowidjojo cumpliera las expectativas en los cincuenta metros libres, o que Sun Yang se paseara en los 1500 metros hasta lograr el récord mundial, o incluso que el equipo femenino de ensueño de USA, con Franklin, Soni, Vollmer y Schmitt, arrasara en los 4 x 100 estilos hasta batir un récord del mundo que parecía inalcanzable con la vuelta al bañador textil. Todo eso perdió su importancia cuando Phelps apareció en escena por última vez.

USA comenzó la final con el mejor espaldista del momento, Matt Greevers, en el agua. Se vivió un bonito pulso con el húngaro Laszlo Cseh, pero finalmente, el estadounidense se terminó imponiendo. Después fue el turno de Brendan Hansen, que encontró un duro rival en el legendario Kitajima. El japonés fue tomando ventaja para demostrar a todos que, a pesar de no haber logrado hacer el triplete, sigue estando en la élite. Ganó la posta, pero el siguiente en entrar en el agua por parte del equipo USA fue Michael Phelps. Y es que esa es la diferencia de USA con el resto: Hungría contó con Cseh o Gyurta, Japón con Kitajima, Australia con Magnussen o Sprenger, pero USA no sólo tenía uno o dos grandes nadadores, sino que los cuatro estaban en la élite en sus respectivos estilos. Con la salida de Phelps, se cerró el círculo de la carrera de un nadador irrepetible. Nos regaló unos cien metros mariposa para la historia: volvió a dejarse llevar en los primeros cincuenta; volvió a asestar una dentellada mortal en el último medio hectómetro de su vida. Fue triunfal el último vuelo de la mariposa. Cedió el testigo a Nathan Adrian en primera posición, y su compañero volvió a ser un misil en el agua. Pocos nadadores hay tan explosivos como el americano. Al final, un nuevo oro para Phelps, un nuevo oro para USA, que se quedó a una centésima del récord olímpico. Los 3:29.35 finales no fueron suficientes.


En la ceremonia de entrega de medallas, el tiburón de Baltimore, exultante y emocionado a partes iguales, recibió su vigésimo segunda medalla olímpica, la decimoctava de oro. Se tardarán años en poder superar esta sobrehumana hazaña. Pero además de la medalla, Phelps recibió un trofeo, entregado por la FINA, que le acredita como el mejor deportista olímpico de la historia. De poco sirvieron las voces de Sebastian Coe o Mark Spitz entre otros, ya es oficial: Phelps ha sido, es, y, probablemente, será el mayor atleta de todos los tiempos.


Se marcha Phelps, se marcha aquel niño que debutó  en el 2000 con quince años en la piscina de Sydney, para dejar claro que haría historia; se va aquel descarado adolescente que se atrevió a plantar cara a Ian Thorpe o Pieter van den Hoogenband en Atenas 2004, en la ciudad que vio nacer los Juegos; se va el atleta que hizo historia en Pekín 2008 al lograr ocho preseas de oro, emocionándonos con todas y cada una de ellas; se va este atleta consagrado que, a pesar de no estar a su mejor nivel, sigue siendo el rey de las Olimpiadas en Londres 2012. A partir de ahora, el nombre de Michael Phelps estará eternamente ligado al de los Juegos Olímpicos, como ocurriera con Carl Lewis, Nadia Comaneci, Jesse Owens, Larisa Latynina o Mark Spitz. También estará ligado al oro, a la victoria, al éxito. Atrás quedan todos los triunfos, los logros, las medallas y los récords de un atleta que ha demostrado que su elemento es el agua, pero que por sus venas corre toda la fuerza de la llama olímpica. Su corazón arde vigoroso como ella. Se retira Michael Phelps, el mejor atleta de todos los tiempos. Hasta siempre Michael, sólo te deseo una cosa: que te arrepientas de haberte retirado y vuelvas a la piscina lo antes posible para hacernos soñar de nuevo. Desde ayer, el cuatro de agosto será un día de luto para la natación mundial.

PabloG.

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